Los gladiadores de la pensión reducida

Salen a las marchas cargando consigo sus enfermedades crónicas, el peso de los años y sus esperanzas

Por Matilde Córdoba | Especiales

Ese soleado viernes de septiembre, José Ángel Vivas, un señor risueño, gordito e hipertenso de 70 años, que en el pasado fue ayudante de cocina, salió muy temprano de su casa, ubicada en el noreste de Managua, cerca de una enorme piedra que se levanta a pocos metros de la Embajada de Estados Unidos, para reunirse en el Canal 2 con un centenar de viejitos que desde 2007 demandan el pago de una pensión reducida.

Ese día, 28 de septiembre de 2012 para mayor exactitud, José Ángel no aguantó el calor. Se le alteró la presión y al terminar la actividad, subió a la ruta 118, pero cuando intentó bajar de esta, el busero arrancó precipitadamente, así que cayó al piso y se fracturó la rótula. Estuvo tres meses en cama en el Hospital Escuela “Lenin Fonseca” y el próximo mes regresará al hospital para ser operado.

“¡Tanto viejito, tanto andar, son cuatro años ya!”, se lamenta, aunque con una sonrisa, mientras busca su epicrisis en una bolsa. Saca la tarjeta de Mpeso que hace poco le costó varias horas de pie, en fila; pastillas de distintos tipos, su carnet de adulto mayor y la hoja del INSS donde se dice que tiene 365 semanas cotizadas.

José Ángel nació en Los Cedros, una comunidad ubicada sobre la Carretera Vieja a León, y hoy vive en una casa de concreto con parches de zinc, de 6x6, construida a la par de un barranco, propiedad de una sobrina de doña Emilsa Segura, su esposa y compañera de aventuras seniles, con quien tiene 20 años de convivencia.

Su primer trabajo formal fue en Ornamentales Cifuentes, consta en la hoja extendida por el INSS. De ahí salió en 1978 e ingresó a la UNAN-Managua como ayudante de cocina. Doña Emilsa interrumpe la plática y pone ojos de enamorada: “Él cocina riquísimo, me hace un arroz a la valenciana muy bueno, hace baho, sopa, de todo, de todo”. Él la escucha orgulloso.

La hoja de vida de este señor es vasta. También fue ayudante de construcción y trabajó en el gobierno en los años 80, pero no sabe precisar dónde. Antes de fracturarse se ganaba la vida revendiendo verduras en la calle. “Pero ahora ella me mantiene, no puedo caminar mucho”, dice apenado. Ambos sobreviven con lo que la señora gana planchando y lavando porque él es uno de los 7,000, de un total de 15,000 que reclaman pensión reducida, que aún no han sido beneficiados con un bono gubernamental que va de C$1,200 a C$2,800.

José Ramón, el panadero

En el otro extremo de Managua, detrás del Mercado Mayoreo, en un barrio de unas pocas cuadras llamado Canadá, José Ramón Fajardo, de 70 años, aguarda la llegada de un equipo periodístico sentado en una silla roja de plástico, en la acera de su casa, un minúsculo lugar construido con hojas de zinc sarrosas y mal puestas, donde vive con su hijo de 20 años, su nuera y su pequeña nieta de tres meses.

José Ramón tiene mucho dolor en las rodillas y hasta ha bebido, por recomendación de amigos y vecinos, pastillas hechas con veneno de cascabel. A él hay que hablarle del lado izquierdo porque con ese oído escucha mejor. Su primer trabajo fue como maestro en una panadería. “Soy panificador”, dice orgulloso, “sé hacer de todo: queques, pudines, galletas azucaradas. Yo era mentado en mi época, en las panaderías de antes. Hoy el pan se pone tieso, huloso, horrible, el mío se te deshacía en la boca”.

Pero en las panaderías nunca cotizó. Empezó a hacerlo en Ocalsa, donde trabajó como vigilante. El papel que le extendió el INSS indica que tiene 635 semanas cotizadas, así que recibe el bono de C$2,800 que le da el gobierno a los jubilados que han cotizado entre 601 y 749 semanas.

“Nosotros no andamos mendigando, de nuestro sudor salieron esos realitos”, dice José Ramón, quien al igual que José Ángel Vivas, hace esfuerzos sobrehumanos para protestar en las calles. “Tenemos que salir a las calles, no nos queda de otra. Me da mareos, vengo a caer muerto en la noche, pero no queda de otra”.

Yolanda, vendedora de pasteles

A Yolanda Moreira le ocurre lo mismo. Tiene problemas de circulación y como muchos, debe dejar de vender, y por ende de conseguir dinero para comer, el día que le toca salir a protestar en las calles. Dejó de trabajar y de cotizar en 1972, por el terremoto que asoló Managua, tiene 272 semanas cotizadas y recibe el bono de C$1,200. A los 14 años empezó a trabajar cosiendo pantalones en la fábrica El Cacique.

“Nosotros no tenemos hijos, somos solitos. Esta casa, que se está cayendo, se pasa toda el agua, es de un hermano. Hoy unos ingratos nos robaron el medidor, vea usted, y dicen que te cobran en dólares eso. Nosotros con costo comemos”, comenta Yolanda, quien se gana la vida vendiendo en las calles pastelitos de queso y de carne que ella misma hace.

Porfirio y Alma, los líderes

Porfirio García y Alma Mendoza son los dirigentes de la Unidad Nacional del Adulto Mayor, nacida en 2007. Son las caras visibles, los que salen en la tele dando declaraciones. Se conocieron en las protestas y viven juntos como pareja desde hace tres años. Habitan una pequeña y modesta casa desde hace pocos meses, la que alquilan por C$500.

Mendoza, de 70 años, es una mujer con un cuerpo cuidado que gusta de hacer ejercicios y que en el pasado fue recepcionista del desaparecido Ministerio de Planificación y luego promotora cultural. Tiene casi 700 semanas cotizadas y su discurso es elocuente.

A Porfirio García los años lo han desgastado más. Se fracturó la pelvis hace seis años y no fue operado porque le dio un infarto y tuvieron que ponerle un marcapasos, así que se ayuda de unas muletas. Cotizó cerca de 450 semanas en diferentes trabajos relacionados a la construcción.

Según García, más del 50% de los adultos mayores que son beneficiados con los tres tipos de bonos, reciben el más bajo, de C$1,200, porque tienen menos de 450 semanas cotizadas. Él asegura que no obligan a los ancianos y ancianas a protestar en las calles. “Todo es voluntario, pero los persuadimos para que vayan porque lo que logremos será en beneficio de todos”.

Pronto volverán a salir a las calles porque como comenta José Ramón Fajardo, “hay un dicho que dice: que el que tiene sed, busca el agua”.

 

Iniciativa de ley

La Unidad Nacional del Adulto Mayor, UNAM, presentó una iniciativa de ley en la Asamblea Nacional para que mediante una legislación se les entregue una pensión reducida y sean beneficiados con programas sociales. Todavía no ha entrado a comisión.

 

Bono para 8,000 ancianos

La Unidad Nacional del Adulto Mayor agrupa a 15,000 personas que sobrepasaron los 60 años y tienen más de 250 semanas cotizadas. A todos los une su deseo por lograr una pensión reducida. Hasta el momento han logrado el bono para una proporción de ellos, 8,000, y que el Minsa destine un día para revisarles la próstata a los varones, para revisiones ginecológicas y para chequeos oftalmológicos.